
Tras el éxodo sirio, el afgano: ¿está Europa preparada para una nueva crisis migratoria?. Ahora que EEUU se ha retirado completamente de Afganistán, la frontera turca con Irán se va a llenar de gente. Pero, una vez en Turquía, los inmigrantes no tienen un camino claro hacia la consecución de un estatus legal, ni hay organizaciones que asistan a las familias necesitadas de refugio y comida. El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) ya no procesa solicitudes de asilo en Turquía, y las peticiones que siguen la vía gubernamental pueden demorarse años.
Recientemente, los estambulitas alucinaron al ver hordas de jóvenes varones afganos con ropas ajadas deambulando sin rumbo por barrios que ya albergan a miles de refugiados sirios. Posteriormente la Policía detuvo y expulsó a nueve de ellos. Son cientos los que se comunican con sus parientes y amigos en Afganistán e Irán, y muy probablemente les ponen al día sobre las rutas turcas de la inmigración ilegal, los afganos pagan a los contrabandistas 1.000 dólares por el viaje desde Kabul hasta Van, en el este de Turquía. Con el triunfo de los talibanes y el colapso del Gobierno afgano, puede que sean cientos de miles los que crucen desde Irán hacia el este de Turquía, en busca de la ruta menos peligrosa (y costosa) hacia la Unión Europea.
El expresidente de EE.UU. Donald Trump ha criticado duramente la Administración de Joe Biden por el manejo de la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán, a la que calificó de «la mayor humillación en política exterior» de toda la historia de la nación norteamericana informa Reuters. «Eso no fue una retirada, eso fue una rendición total», manifestó el exmandatario. Además, aseguró que los talibanes con quienes había negociado lo respetaban y sugirió que la rápida toma de posesión de Afganistán no habría ocurrido si él todavía estuviera en el cargo.
No está claro qué ha ganado EEUU con la retirada del pequeño, asequible y efectivo contingente disuasorio que permanecía en Afganistán para apoyar a las fuerzas de seguridad locales. En cambio, lo que ha perdido los EE.UU., resulta perturbadoramente obvio: prestigio nacional, cantidades ingentes de capital político, crédito en la escena internacional y, lo más tangible, seguridad. El mundo es mucho más peligroso ahora que hace sólo cuatro días.
Hace apenas unos días, el jueves 12 agosto, cuando el Gobierno electo de Afganistán aún controlaba la mayoría de las capitales de provincia y la implosión del país era aún evitable, oficiales norteamericanos de inteligencia advirtieron de que el abandono de ese aliado de Asia Central permitiría a Al Qaeda reconstituirse. El Talibán jamás renunció a la violencia ni a su vinculación con el grupo responsable de los ataques terroristas del 11 de Septiembre, pese a las repetidas propuestas estadounidenses para que así lo hiciera. Y aunque ese particular grupo terrorista islamista sigue teniendo una presencia reducida, la presión se desvanece, “creo que se va a recomponer”.
Así las cosas, se ha informado de que el Departamento de Estado revisará unas valoraciones previas en las que estimó como relativamente baja la amenaza derivada de grupos capaces de exportar terrorismo desde Afganistán. Hoy, esa amenaza es desconocida, pero son pocos los que creen que el Talibán hará algo que no sea procurar socorro a unas sectas terroristas fundamentalistas con sed de venganza. “En términos de amenazas, el tiempo se ha acelerado”, le dijo a Axios una fuente gubernamental al tanto de las deliberaciones que se están llevando a cabo en el Pentágono.
El Partido Comunista de China ya ha demostrado que, en su afán por imponer su soberanía sobre la gran esfera china, no le importa arrostrar la condena internacional. El aplastamiento de la democracia en Hong Hong, en clamorosa violación de lo acordado con Gran Bretaña con motivo de la entrega del territorio en 1997, debería bastar como evidencia. Pues bien, en los meses que siguieron a esa afrenta al poderío y el procedimentalismo occidentales, la República Popular está flirteando abiertamente con recuperar Taiwán por la fuerza. “Tenemos este problema mucho más cerca [en el tiempo] de lo que la mayoría piensa”, declaró en mayo ante un comité del Senado John Aquilino. Este almirante de la Armada especuló con que China podría desplegar una operación para alterar rápidamente los hechos sobre el terreno y forzar a EEUU a reconocerlos en este mismo decenio.
“No prometemos renunciar al uso de la fuerza, y nos reservamos la opción de adoptar todas las medidas necesarias”, advirtió el presidente chino, Xi Jinping, en 2019. La reserva de Pekín ante la posibilidad de recurrir a la fuerza para recuperar la República de China se explica no sólo por los activos norteamericanos en el Pacífico, sino por nuestra disposición a utilizarlos y por la asunción de que la opinión pública estadounidense apoyaría esa misión. Sin duda, tal disuasión ha sufrido un golpe devastador, y los propagandistas chinos no permitirán que lo olvidemos. “La gran estrategia de Washington parecía intachable e inspiradora… hasta que la derrota épica de EEUU en Afganistán, con su retirada caótica, reflejó su endeblez”, se dan golpes en el pecho los chinos de Global Times. “Si EEUU no puede siquiera asegurarse la victoria en un conflicto con países pequeños, ¿cómo podrá rendir mejor en un juego de poder de primer nivel con China?”.
También en Europa tiene EEUU mucho que perder. En 2008 Rusia invadió y de hecho se anexionó grandes extensiones de territorio georgiano. En 2014 Moscú invadió Ucrania y con todo descaro incorporó Crimea a la Federación Rusa. Pues bien, esto no ha acabado. Hace sólo unos meses, el presidente Putin amenazó al mundo occidental con un renovado asalto a Ucrania para arrebatarle más territorio en la costa del Mar Negro. Los medios que utiliza Moscú para asegurar la reconquista del espacio post-soviético son muy variados: emigración para transformar los equilibrios étnicos locales, entrega de pasaportes a no ciudadanos, propaganda, chantaje energético, guerra cibernética. El uso de la fuerza no está fuera de la mesa. Y las ambiciones territoriales rusas no se limitan a Ucrania.
Es una pregunta perfectamente lógica. Después de todo, inclusolos socios de EEUU se han quedado estupefactos al ver a Washington sacrificar a un aliado de una manera tan insensible, sin una razón estratégica discernible y sin una presión perceptible por parte del electorado. Nuestro capricho ha socavado la confianza en que defenderemos los intereses de nuestros socios en todo el mundo: pero si no hemos sido capaces de soportar la modesta carga asociada a la preservación de los nuestros…
Los primeros diez años de guerra civil siria generaron 6,5 millones de migrantes solicitantes de asilo, para una población de 22 millones de personas. La población afgana es un 75% superior a esa que tenía Siria al inicio del conflicto. Y los afganos se las están viendo con el que posiblemente sea el más brutal ejército de musulmanes radicales, ahora instalado en Kabul y pertrechado con, son palabras del presidente de EEUU, Joe Biden, “todos los instrumentos y el equipamiento de un Ejército moderno”. “Les hemos proporcionado armamento avanzado”, que el Talibán capturó de un Ejército Nacional Afgano en descomposición.
De hecho, Biden ha legado “armamento avanzado”, pagado por el contribuyente norteamericano, no sólo al Talibán, Al Qaeda y el ISIS, sino a Rusia, China e Irán, que sin duda se aprovecharán de ese material abandonado.
Todo lo que tenía haber hecho Joe Biden era no hacer nada. Si no hubiera hecho nada, Afganistán no habría caído en manos del Talibán. Si simplemente hubiera dejado que se mantuviera, el statu quo se habría mantenido. Afganistán seguiría avanzando muy lentamente y habríamos mantenido al Talibán apartado del poder con un pequeño contingente militar norteamericano que no ha sufrido una sola baja desde marzo de 2020. Diecisiete meses sin una muerte, sí. Ténganlo presente cuando vean al personal tratar de analizar la calamidad que se le ha venido encima al pueblo afgano. La idea que está vendiendo una izquierda cada vez más derrotista y una derecha cada vez más aislacionista es que lo que ha sucedido era inevitable. Pues no: es todo lo contrario de lo inevitable. Lo que ha sucedido no habría sucedido si Biden no hubiera actuado.
No hace falta ser un brillante estratega político para comprender que los Estados Unidos de América deberían ser, para cualquier otro país, el mejor amigo y el peor enemigo. Pero, tras los acontecimientos de los últimos días, los Estados Unidos de América serán percibidos de una forma bien distinta: “Inofensivos para el enemigo y traicioneros con los amigos”.
Sea como fuere, si las agencias fronterizas griegas y del resto de la UE si no quieren revivir la crisis migratoria del 2015, deberían revisar sus planes para la protección del territorio griego y prepararse para una nueva oleada este mismo año.
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