Los chalecos amarillos se expanden por Europa

Paris Yellow Vest protest turns violent

El movimiento de los “chalecos amarillos”, que comenzó en Francia como una protesta local contra la subida del precio del combustible a partir de 2019, se ha transformado en un amplio fenómeno social para expresar el descontento popular que se ha extendido por otros países de Europa y hasta Canadá, Túnez, Israel y Oriente Medio. “Estos movimientos son un poco similares” porque, “en el fondo”, buscan lo mismo: “mejorías de vida para todos”, si bien en Francia comenzó por la subida del gasoil derivo en protestas sociales.

Como no podía ser menos entramos en la fase de acusaciones contradicciones: Vía MisionesCuatro.com «La presión de los manifestantes, de la oposición e incluso de sus propios correligionarios obligó al presidente francés, Emmanuel Macron, a dar marcha atrás en sus medidas para aumentar el precio del combustible, después de las huelgas que aun duran, en la tercera semana de protestas protagonizadas por los “chalecos amarillos”. Desde que salieron a las calles, los “chalecos amarillos” han sumado otros requerimientos a la lista de necesidades, ***(ver foto más abajo) entre ellos la suba del salario mínimo y la reintroducción del impuesto a la fortuna, suavizado por Macron, con la excusa de que de esa forma los ricos iban a invertir su dinero en el país».

RIA Novosti publicaba la correspondencia de una corresponsal de la redacción de la BBC en ruso, Olga Ívshina, con un periodista independiente que cubre los protestas en París. La periodista de la BBC admitía estar buscando conexiones rusas con las manifestaciones de los “chalecos amarillos”.

La reacción de Moscú no se hizo esperar y fue contundente. La portavoz del Ministerio ruso de Exteriores, María Zajárova, afirmó que su gobierno se dirigirá a los órganos internacionales en relación a los intentos de la periodista de la BBC de encontrar ‘la huella rusa’ en las protestas en Francia. “Mañana enviaremos una solicitud correspondiente a la OSCE para que preste atención, porque este hecho es indignante”, lamentó Zajárova.

Según medios rusos, Washington se encuentra detrás del movimiento de los chalecos amarillos en Francia, y comparan sus incoercibles protestas a las «revoluciones de colores» que sacaron a Georgia y Ucrania de la órbita rusa con apoyo de Estados Unidos (EU): manipuladas por Obama y Hillary Clinton en la ex-URSS y luego en el Medio-Oriente.

El presidente francés Macron, anterior empleado de la banca Rothschild “que con su aliado George Soros son acérrimos enemigos de Trump”, no cesa de confrontar la política exterior de EE.UU., en algunos casos con justa razón, como su condena a Trump por su retractación al acuerdo nuclear de Obama con Irán; pero en otros casos sin motivo, como el retiro unilateral de EE.UU., de Siria que ocupa en forma ilegal. Abundan las divergencias que separan a Macron de Trump: cambio climático, Irán, comercio internacional, contribuciones a la OTAN, ejército europeo vs EU/ Rusia/China (¡así, contra los tres!); nacionalismo, globalismo (que pregona Macron con los Rothschild y Soros), etc.

El portal alemán Spiegel califica a Macron de «sabelotodo», en el mejor sentido de la palabra, pero lo cual traduce su mayor vulnerabilidad y su exagerada sordera. ¡Cómo pululan los mandatarios sordos! Pese a las concesiones del gobierno galo, las protestas de los chalecos amarillos no ceden y ahora han llegado al grado de pedir la renuncia de Macron y de caricaturizarlo guillotinado.

O del como la izquierda europea y derecha se unen contra Hungría por el freno a la inmigración que esta impulsando y demostrando es posible frenar la invasión musulmana.

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El movimiento de los chalecos amarillos dibuja las primeras señales de un cambio profundo. gilets_jaunes_manifesto

Muestra que la situación de crisis que vive actualmente el capitalismo, marcada por una profunda y creciente polarización social, también en Europa,  la posibilidad de cambios abruptos que incluyen la irrupción violenta de masas en la escena política. En Francia, tras la derrota de la reforma laboral y la de los ferroviarios, ambas provocadas por la traición de la burocracia sindical, nadie esperaba que el anuncio de la subida de los impuestos de los combustibles diera lugar al actual estallido social.

Las características del movimiento nos indican también que no estamos ante una protesta social más, sino ante un movimiento que se enfrenta abiertamente con el poder político y cuestiona globalmente el régimen y hasta el propio sistema. Un movimiento que arraiga en las capas más hondas de la sociedad, y sufre, al mismo tiempo, una doble carencia: la de un programa coherente para construir un nuevo régimen político y social y la de una dirección, incluso minoritaria, que le ayude a avanzar en este camino.

El movimiento de los chalecos amarillos refleja la quiebra histórica de los aparatos sindicales tradicionales del movimiento obrero así como la de la izquierda política, incluido el nuevo reformismo de La France Insoumise, surgido de la bancarrota del viejo partido socialista y estalinista.

El movimiento de los chalecos amarillos dejó sin argumento a todos aquellos que lo presentaron como una creación de la extrema derecha. Su composición, las reivindicaciones sociales y democráticas que ha ido asumiendo, su resistencia a delegar su representación, su funcionamiento democrático de base, sus enfrentamientos con las fuerzas policiales, impiden ninguna identificación con la extrema derecha.

Los manifestantes de los «chalecos amarillos» que hablaron en televisión dijeron que, evidentemente, Macron no estaba tomando nota de lo que estaban diciendo. Dijeron que hablar de revisar las reglas para la inmigración mientras firmaba el Pacto Mundial, sin tener en cuenta la opinión de la población, demostraba que Macron era un mentiroso.

Un grupo de generales en la reserva publicó una carta abierta en la que decían que firmar el Pacto Mundial era un paso más hacia «el abandono de la soberanía nacional», ¿y en España? y señalaban que «el 80% de la población francesa cree que la inmigración se debe frenar o regular drásticamente».

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El escritor Éric Zemmour describió la revuelta como el resultado de «la desesperación de la gente que se siente humillada, olvidada, desposeída de su propio país por las decisiones de una casta despectiva». Su conclusión es que cree que Macron ha perdido toda la legitimidad y que su presidencia está acabada.

La popularidad de Macron está en caída libre; ha bajado hasta el 18%. Nunca la popularidad de un presidente francés había caído tan bajo con tal rapidez. Flore Santisteban, profesora del Instituto de Estudios Políticos de París, citó las encuestas que muestran que Macron cristaliza ahora «un intenso odio, y quizá algo más que odio: rabia».

El sábado 5 de enero, miles de «chalecos amarillos» protestaron otra vez, y pidieron la dimisión de Macron. Forzaron las puertas del edificio donde tiene su oficina Griveaux mientras él escapaba. Por la noche, las calles de París y otras ciudades parecían de nuevo campos de batalla.

Arabia Saudita también ha forjado estrechos lazos con grupos de conservadores y extrema derecha en Europa. Esto incluye el Partido Popular Danés y los demócratas de Suecia así como otros Islamophobes. Según miembros de la Europa Parlamento Eldar Mamedov, y por más que el conjunto de la UE trata de evitarlo los partidos calificados de extrema derecha siguen creciendo, siendo además que un importante porcentaje de ciudadanos europeos rechazan la invasión musulmana.

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En su libro de 1840, La democracia en América, el prestigioso diplomático e historiador francés Alexis de Tocqueville escribió: “Si el despotismo lograra establecerse en las naciones democráticas de hoy, tendría probablemente un carácter diferente. Sería más exhaustivo y más suave, y degradaría a los hombres sin atormentarlos». En vez de tiranizar, inhibe, reprime, debilita, apaga, embrutece y al final reduce a cada nación a un rebaño de animales tímidos e industriosos, cuyo pastor es el Gobierno”. De Tocqueville que escribió esto hace casi dos siglos enteros, pero se podría aplicar fácil y espeluznantemente a la Europa de hoy.

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El movimiento de los chalecos amarillos refleja una necesidad, es ante todo la de dar pasos en la construcción de una organización «revolucionaria» que, para serlo, ha de ser internacional, porque no hay solución a la crisis en Francia si no es en el marco de la lucha por romper con la Unión Europea, dinamitarla y construir otra Europa. El papel de Francia en esta batalla es decisivo. Y mientras en Europa, crece esté movimiento en España pasa sin pena ni gloría, ni sindicatos, ni partidos, ni movimientos sociales y civiles, se pronuncian, salvo una pequeña tractorada en Zaragoza y también podemos observar en el grafico que en España solo el 41% esta en contra de la inmigración musulmana.

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