El proyecto del ejército Europeo

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La UE está atravesando un debate existencial que se está vertebrando tras el brexit sobre la base de la política común de seguridad y defensa (PCSD). Los cambios en los entornos estratégicos de la UE, el auge soberanista en el continente y la llegada de Trump al poder en EE. UU. han contribuido a acelerar las conversaciones sobre una defensa europea más cooperativa y autónoma. ¿Será el momento de reiniciar el camino hacia una mayor integración militar?

Tradicionalmente, la UE ha sido catalogada como un gigante económico, enano político y gusano militar. En la lógica de este binomio patriarcal, EE. UU. se encargaba del trabajo sucio y de la gestión del poder duro en el mundo, mientras que la UE simbolizaba la belleza y el poder suave de ser la principal donante mundial de ayuda humanitaria, la primera potencia comercial mundial y la región con el mayor PIB del mundo. Las herramientas suaves de política exterior, tales como la promoción de los derechos humanos, el multilateralismo eficaz, la protección del medioambiente o la lucha contra la pobreza, han consolidado así a la UE prácticamente desde sus orígenes como la principal potencia civil del sistema internacional.

El New York Times, rotativo antitrump vinculado a los intereses globalistas de George Soros y los Clinton, festeja que el nacionalismo de Trump fue censurado por el presidente galo Emmanuel Macron, anterior empleado de los banqueros Rothschild, en la ceremonia de la conmemoración de la Primera Guerra Mundial, a la que asistieron 70 mandatarios, pero admite que la tendencia ideológica del presidente estadunidense “está reconfigurando la mayor parte de Europa”.

La defensa europea sin Reino Unido. La situación estratégica de la UE y su PCSD sigue caracterizándose por la incertidumbre y la proliferación de riesgos y amenazas. Por ello, en el documento impulsado por Mogherini bajo el título Visión compartida, acción común: una Europa más fuerte se hace un minucioso análisis de los valores, intereses, riesgos y amenazas que atraviesa la UE en el futuro inmediato.

En este análisis se plantea, por tanto, un giro claramente perceptible con respecto a la estrategia de “Una Europa Segura en un mundo mejor” de hace una década y media y presta una atención cada vez mayor a los conceptos de resiliencia, pragmatismo basado en principios y autonomía estratégica.

La amenaza de Rusia, los conflictos híbridos en Ucrania, la guerra propagandística, el ciberespacio, el terrorismo islamista, la crisis migratoria o el cambio climático son algunos de los retos que justifican la necesidad de una estrategia conjunta. Operaciones desglosadas entre UE, OTAN, ONU y OSCE (2015). gasto-otan-paises-620x349-knJD-510x286@abc

Fuente: Informe Clingendael. Los países europeos podrían ahorrar hasta un 31% con las adquisiciones conjuntas de bienes y servicios militares. Fuente: McKinsey

El debate sobre la relación transatlántica en el marco de la OTAN está siendo uno de las más importantes para las instituciones europeas desde que la nueva Administración republicana tomase el poder en EE. UU. en enero de 2017. Las declaraciones del nuevo presidente en las que pregonaba el carácter “obsoleto” de la OTAN hicieron saltar todas las alarmas en Bruselas y despertaron los aplausos de Moscú. Aunque el secretario de Defensa de los EE. UU., James Mattis, matizó posteriormente las palabras del presidente y reafirmó la cooperación de Washington con sus aliados en la OTAN, las dudas con respecto a una posible moderación del compromiso estadounidense con la defensa europea no se han terminado de disipar.

La declaración conjunta en febrero de 2017 del vicepresidente de los EE. UU., Mike Pence, y el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, pocos días después de la Conferencia de Seguridad Europea, celebrada en Múnich, ha venido a reiterar la importancia del vínculo de defensa transatlántico para Europa. Sin embargo, las exigencias presupuestarias de Washington a sus aliados para que incrementen su inversión nacional en defensa al 2% de su PIB no han hecho sino intensificarse. Esto, sumado a la desconfianza comunitaria ante la imprevisibilidad de Trump y su simpatía por una Rusia que se antoja cada vez más revisionista en su flanco este, ha servido para impulsar definitivamente el debate de una UE de Defensa, aunque sin miras de momento a sustituir a la OTAN. Además, la incapacidad que ha tenido Europa para responder a la crisis migratoria en sus fronteras a causa de su carencia de capacidades ha sido otro aliciente para reflotar un debate estratégico que busca complementarse con áreas como la Unión Energética o la Unión Digital.

Zafarrancho de combate (diplomático) en Bruselas. La UE prepara un impulso sin precedentes de su “independencia estratégica” en el campo militar y de seguridad. Los ministros de Exteriores y Defensa harán balance este lunes y mañana sobre una política común que, de los balbuceos de hace un año, se propone elevar de 17 a 34 el número de proyectos comunes (para acelerar el desarrollo, por ejemplo, del primer dron europeo), reforzar el despliegue de operaciones civiles y pactar las bases de un fondo común de hasta 13.000 millones de euros.

El avance llega alentado por la inestabilidad de los aliados tradicionales, especialmente EE UU. Y, sobre todo, por la necesidad de afrontar conflictos que desbordan la capacidad individual de los socios europeos o que no encajan en la actividad habitual de la OTAN. La cumbre ministerial en Bruselas, a la que por parte de España asistirán los ministros Josep Borrell y Margarita Robles, coincide con el reciente revuelo provocado por las declaraciones del presidente francés, Emmanuel Macron, a favor de un Ejército europeo. Una iniciativa secundada por la canciller Angela Merkel, que tiene también como objetivo ganar independencia de la alianza tr

Macron comento en una entrevista a CNN que “Europa no debe gastar grandes presupuestos militares en armas manufacturadas por EE.UU. Si incrementamos nuestro presupuesto es para construir nuestra autonomía”. Ya antes había criticado la decisión de Bélgica de comprar Jets F-35 de EE.UU., en lugar de los aviones europeos encargada de la seguridad de Europa desde la Guerra Fría.

Macron, con justa razón, siente que Europa queda huérfana y eso que Francia es la única potencia nuclear de la UE con 300 ojivas nucleares con el retiro unilateral de Trump del tratado Intermediate-Range Nuclear Forces (INF) que rompería con Rusia, como renegó del acuerdo de Obama con Irán.

Salvini como el primer ministro húngaro, Viktor Orban, exhortan a demoler la presente estructura “globalista de la Unión Europea (UE) para sustituirla con un modelo que respete la soberanía nacional de los países europeos”.

Queda por ver si la UE será capaz de sortear con entereza todos estos retos. El primer paso será evitar una debacle soberanista en las presidenciales de Alemania, Francia y Países Bajos. Sobre esta base se intentará reiniciar un marco de defensa pos-brexit eficaz para garantizar la protección cada vez más autónoma de los intereses y valores europeos frente a un posible acercamiento ruso-estadounidense. En un mundo irreconocible para quienes predecían el “fin de la Historia”, todo apunta a que los próximos años podrían deparar sorpresas y transformaciones considerables en la seguridad y defensa de Europa, al menos tal y como la conocíamos hasta ahora.

Quizá por ello la UE deberá comenzar a apretar los dientes más que nunca para despertar de su ensimismamiento y evitar morir bajo el polvo que acostumbra recubrir las buenas ideas defendidas con un espíritu débil.

  
 
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